National Geographic

2022-09-24 08:08:15 By : Mr. Xiangwen Kong

El cabezal de recogida de muestras de la sonda OSIRIS-REx, que funciona como una aspiradora a la inversa, pareció operar de forma impecable al recoger material de la superficie del asteroide Bennu. La NASA está a la espera de la confirmación de la sonda.

La sonda OSIRIS-REx de la NASA ha conseguido tocar Bennu, un asteroide con forma de peonza que ha recorrido el sistema solar durante mil millones de años. Si todo ha ido según lo planeado, la sonda habrá recogido un poco de material durante este breve contacto y se ha ido unos segundos después con su preciada carga: rocas y polvo que se remontan al nacimiento del sistema solar.

La confirmación de que ha conseguido tomar una muestra llegará dentro de unos días, pero ahora el equipo sabe que la sonda ha tocado la superficie de Bennu a 76 centímetros de su objetivo.

«Estamos alejándonos a salvo de la superficie del asteroide», declaró Dante Lauretta, científico planetario de la Universidad de Arizona, cuando el equipo confirmó que el mecanismo de recogida de muestras de la sonda se había activado. «Lo logramos. Hemos tocado la superficie de un asteroide».

La sonda OSIRIS-REx se desplazó por una zona muy limitada del tamaño de unas pocas plazas de aparcamiento —ocho metros— para tomar muestras del material de la superficie de Bennu.

La OSIRIS-REx podría traer a la Tierra más material de otro mundo que cualquier otra misión robótica. Solo los alunizajes de las misiones Apolo han recogido más roca y polvo extraterrestres. Si la OSIRIS-REx ha logrado recoger suficientes muestras, la sonda abandonará Bennu en marzo de 2021 y llegará a la Tierra dos años y medio después. Una vez aquí, la cápsula caerá con un paracaídas en los desiertos de Utah, donde la recogerán y la estudiarán.

La OSIRIS-REx podría aportar una gran cantidad de información valiosa sobre la historia de Bennu y quizá ayudar a los científicos a comprender mejor los orígenes del agua y la vida en la Tierra.

«Los asteroides son como cápsulas del tiempo que flotan en el espacio que pueden ofrecer un registro fósil del nacimiento de nuestro sistema solar», explicó Lori Glaze, directora de la división de ciencia planetaria de la NASA, en una rueda de prensa el 19 de octubre. «Pueden aportar información valiosa sobre la formación de los planetas, incluido el nuestro».

Guiada por un mapa digital, la OSIRIS-REx volará entre rocas gigantes que rodean la zona de aterrizaje, por lo que el descenso es peligroso. El lugar de aterrizaje, resaltado con un círculo azul, es de ocho metros de diámetro.

Algunas rocas espaciales también suponen una amenaza para el futuro de la vida, Bennu incluida. La NASA estima que las probabilidades de que Bennu impacte con la Tierra en algún momento a finales del siglo XXII son de 1 entre 2700. Dentro de unas décadas, si las futuras mediciones confirman una trayectoria de colisión, los datos de la OSIRIS-REx ayudarían a los científicos a vigilar el asteroide y alterar su órbita para evitar un impacto con potencial catastrófico.

Llegar a Bennu no ha sido fácil: el equipo de la misión ha tardado 16 años.

Aunque la misión se concibió en 2004, la NASA no la seleccionó formalmente para volar hasta mayo de 2011. Pocos meses después, el líder original de la OISIRS-REx, el científico planetario de la Universidad de Arizona Mike Drake, falleció después de una larga enfermedad tras una insuficiencia hepática. El segundo de Drake, Dante Lauretta, asumió el puesto de su mentor y la misión ha seguido adelante en memoria de Drake.

Para llegar al lugar donde tomará la muestra, llamado Nightingale, el equipo de la OSIRIS-REx tuvo que cartografiar los obstáculos superficiales de la zona. Las regiones verdes no son peligrosas. Si la sonda predice que tocará una zona amarilla o roja, tendrá que abortar el descenso y retroceder.

Como la OSIRIS-REx no puede capturar partículas de más de dos centímetros de diámetro, el equipo también cartografió las zonas idóneas donde tomar muestras dentro del sitio de Nightingale. Las zonas azules parecen tener mucho material granulado fino, mientras que las rojas parecen menos prometedoras.

«Hemos cumplido el magnífico sueño que tenía [Drake]», dice el Thomas Zurbuchen, administrador adjunto de la NASA. «Sentimos una gran sensación de haberlo logrado que seguro que él compartiría, orgullo del equipo, si hubiera estado aquí. Y creo que ha estado en espíritu».

Tras el lanzamiento el 8 de septiembre de 2016, la sonda recorrió millones de kilómetros y llegó a Bennu en diciembre de 2018. Bennu es el cuerpo celeste más pequeño que ha orbitado una sonda: un mero montón de escombros con una media de unos 500 metros de diámetro que se sostiene por su débil gravedad. En estas condiciones endebles, incluso las fuerzas más sutiles pueden desviar la OSIRIS-REx, como la presión de la luz solar que presiona contra la sonda.

Por consiguiente, el equipo de la OSIRIS-REx ha tenido que crear modelos del comportamiento de la sonda y comprobar su órbita con un nivel de detalle sin precedentes. Sin correcciones regulares, los errores en la trayectoria de la OSIRIS-REx se irían acumulando y enseguida dejarían a los investigadores sin una idea precisa de la ubicación de la sonda.

«Hemos batido récords de la órbita más pequeña y el cuerpo más pequeño que se ha orbitado, y hay una razón por la que no se ha logrado hasta ahora: es muy difícil», cuenta Olivia Billet, ingeniera de sistemas de la OSIRIS-REx que trabaja en Lockheed Martin. «Es una forma de operar totalmente nueva».

El paisaje de Bennu también ha dado a la NASA unas cuantas sorpresas desagradables. Antes del lanzamiento de la OSIRIS-REx, los investigadores creían que la superficie del asteroide tendría unas «playas» con arena fina. Pero en cuanto la sonda llegó, la NASA observó que Bennu está cubierto de bloques de roca.

El terreno era mucho más accidentado que aquel para el que se había diseñado la OSIRIS-REx, así que el equipo de ingeniería tuvo que actualizar el software de navegación de la sonda en mitad de la misión. Para dar a este nuevo software toda la información posible, el equipo de la OSIRIS-REx cartografió toda la superficie del asteroide hasta una escala de cinco centímetros, el mapa global más detallado de otro cuerpo celeste elaborado por una sonda.

Aunque el equipo aún tiene que confirmar la muestra, los datos recopilados por la sonda revelan que hay moléculas con carbono, necesarias para la vida, por toda la superficie de Bennu, incluso en el lugar de toma de muestras, Nightingale. Los investigadores ya están preparando laboratorios por todo el mundo para estudiar las muestras de Bennu.

«Resulta que Bennu es todo lo que esperábamos que sería», afirma Lauretta. «Científicamente, es parte tierra».

Las dos primeras misiones para tomar muestras de asteroides, llevadas a cabo por las sondas japonesas Hayabusa y Hayabusa2, han allanado el camino para la OSIRIS-REx. Hayabusa tomó la primera muestra de un asteroide en 2010 y la Hayabusa2 devolverá su carga —una cápsula con varios gramos del asteroide Ryugu— en el outback australiano el 6 de diciembre.

Con todo, las misiones japonesas solo recogieron cantidades muy pequeñas de material granulado fino. En cambio, la OSIRIS-REx está diseñada para recoger hasta dos kilogramos de material que oscile en tamaño de granos diminutos a piedrecitas de dos centímetros de diámetro.

El 11 de febrero de 2016, la OSIRIS-REx se sometió a una prueba ambiental en una cámara de vacío térmico de Lockheed Martin. La sonda, que se lanzó casi siete meses después, el 8 de septiembre de 2016, se encuentra a más de 320 millones de kilómetros de la Tierra y ha tocado la superficie de otro mundo.

A Jamie Elsila, científica del Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA en Greenbelt, Maryland, le interesan los aminoácidos —los componentes básicos de las proteínas— que se formaron dentro de la tierra de Bennu mediante procesos químicos abióticos. En la Tierra, la vida utiliza 20 aminoácidos, pero se han hallado muchos más tipos dentro de meteoritos caídos. Las muestras prístinas de Bennu podrían revelar qué aminoácidos estaban presentes en los comienzos del sistema solar y cómo podrían haber afectado sus proporciones a los orígenes de la vida en la Tierra.

Que la sonda haya logrado tocar Bennu supone un alivio, pero el equipo aún no va a abrir el champán. La próxima semana y media será crucial para comprobar si la OSIRIS-REx ha conseguido recoger material del asteroide tal y como se había planeado.

En los próximos días se enviará una orden a la sonda para que gire con el brazo robótico extendido. Cuantos más restos haya recogido el brazo robótico, más fuerza necesitará para acelerar la rotación de la OSIRIS-REx. Esto permitirá que los investigadores estimen el peso de las muestras. El 30 de octubre, Zurbuchen decidirá si la OSIRIS-REx puede almacenar la muestra para traerla a la Tierra o si deberá regresar a Bennu para un segundo intento de muestreo.

Ya están planificándose misiones futuras a otros mundos primordiales, como un vuelo al asteroide metálico Psyche. Lockheed Martin, que se encarga del control de misión de OSIRIS-REx, también está construyendo la próxima sonda de la NASA, Lucy, que se lanzará a finales de 2021 y visitará los asteroides troyanos que orbitan en Júpiter.

Estos mundos pequeños pueden ayudar a resolver los mayores misterios cósmicos y, al igual que un detective impaciente en el caso de su vida, Lauretta arde en deseos de ver las pistas que aporta Bennu. «Estoy ansioso por obtener esas muestras», dice. «Vamos a pasárnoslo genial».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.